Receta: bizcocho casero

Ahora que el verano está empezando a hacer las maletas, que el frescor de las tardes y noches vuelve a invitar a quedarse en casa, que son más frecuentes las visitas de amigos, y que tienes tantas fotos que enseñar de las vacaciones; es casi obligatorio tener siempre listo y tierno en la despensa un bizcocho con el que acompañar las meriendas, los tazones de leche por la noche, o los desayunos.

Hacer un bizcocho casero es tan fácil y rápido, que la excusa de la falta de tiempo para acabarse decantando por un bizcocho industrial o para comprar uno de esos sobres milagro para fabricar tartas y bizcochos que venden en  los supermercados, no tiene cabida en mi manera de entender las cosas. Al menos, en mi manera de entender la alimentación, ya que en todo caso, frente al exceso de grasas trans, de colorantes, de conservantes, o de potenciadores de sabor de los productos industriales, las bondades para el paladar y para el organismo de un dulce casero bien valen el empleo de cinco minutos más de nuestro tiempo, ¿no os parece?

Ingredientes del bizcocho casero:
4 huevos
120 ml. de nata líquida
100 gr. de azúcar
175 gr. de harina
5 gr. de levadura
5 gr. de mantequilla

Elaboración del bizcocho casero:
1. Lo primero que haremos será montar la nata. Para que se monte bien, es muy importante usar nata especial para postres, que no sea light ni desgrasada.
2. A continuación, echaremos los cuatro huevos en un bol, los batiremos muy bien y añadiremos la nata montada.
3. A la mezcla le sumaremos primero la harina tamizada, luego el azúcar y finalmente la levadura, y mezclaremos muy bien.
4. Untaremos mantequilla en las paredes de un recipiente para horno, y echaremos la mezcla. Lo meteremos en el horno precalentado a unos 170º y lo mantendremos durante unos 55 minutos.

Lo de la nata montada es un secreto de mi madre, que hace que los bizcochos queden más esponjosos y tiernos. Ya me contaréis cómo os queda. Otra cosa: un bizcocho casero os puede durar entre cuatro y cinco días en buen estado si lo conserváis en un lugar fresco y seco, cubierto con papel de aluminio con unos agujeritos en la parte superior. Pero por poco golosos que seáis, lo normal es que no os dure ni dos días. ¡Feliz merienda!