
Cuesta creer que una de cada tres personas que se come una almendra amarga no perciba el sabor característico de la misma, al menos en toda su plenitud, pero es lo que afirma Gasparini, quien ha señalado que, además de la genética, eso sí, hay otros factores que intervienen en la percepción de los sabores, como son la edad, el género, la cultura, o el propio ambiente en el que se mueve cada persona. Por otro lado, Gasparini alertó de la posible relación entre la no detección del sabor amargo y la aparición de enfermedades como la obesidad, la hipertensión o la caries; debido a la tendencia natural que se produce a abusar de salsas, aceites o condimentos como consecuencia de ello.
