
En este sentido, por desgracia, parece ser que las autoridades sanitarias han hallado restos de radiactividad en espinacas importadas de Ibaraki, y en partidas de leche procedente de Fukushima. No obstante, al parecer, los niveles de partículas radiactivas detectados en los alimentos originarios de Japón son ínfimos, de forma que su consumo durante un año tendría un efecto sobre el organismo similar al que produce someterse a una radiografía.
De momento, por tanto, no parece que debamos alarmarnos demasiado, si bien conviene mantenerse alerta ante la evolución misma de los acontecimientos en Japón, y ante la emisión de nuevos informes.
